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Entre los años 1975 y 1978 coincidimos en Jerez y en Juventudes Comunistas un numeroso grupo de gente. Nos hemos buscado durante meses. Entre ex militantes y simpatizantes de entonces, más algunos grupos de camaradas de ciudades cercanas llegamos a formar una lista de casi noventa personas, de las que cincuenta nos hemos reunido el Sábado 27 de septiembre de 2008... Así empezaba nuestro blog, pero ahora eso ya es historia...

domingo, 14 de septiembre de 2008

Abril 1976: de cómo los pájaros abandonan el nido

En Abril de 1976 la UJCE convocó su 4ª Conferencia en Madrid, a la que yo debía asistir en representación de Andalucía. Ese mismo día la JIC convocaba en Jerez a todos sus militantes, para reflexionar sobre el futuro de la organización. Evidentemente para mí era prioritario la asistencia a la 4ª Conferencia. Ese mismo día por la mañana por razones que aún no llego a comprender, asistí al campo de Manolo Romero, a la siembra de patatas cuyos beneficios irían a las arcas del PCE. Aún en estas fechas no alcanzo a comprender como fui atraído a terreno tan inhóspito para mí como es el campo, ese terreno que siempre he tenido por aquello que abunda al lado de la carretera.

Allí fui provisto de alguna herramienta que no sé como se denominaría, pero que a toda vista era un aparato infernal. Solo empuñarlo, no recuerdo si lo cogí bien a la primera, los camaradas presentes rompieron en una risa incontenida e hicieron comentarios que para ellos serían jocosos, pero que a mí me parecieron de muy mala ostia. Dado el cariz que tomaba el asunto, decidí que mi experiencia campera debía tocar a su fin, y comuniqué a los camaradas que debía partir a una reunión de la que, evidentemente por cuestiones de seguridad, no podía hacerles partícipes de dónde se celebraría ni del contenido de la misma.

Dado que el campo es un lugar que se encuentra fuera de la civilización, primero pedí, incluso rogué, que me se me trasladara a la misma, o sea, al centro de Jerez. Al final de aquella mañana aciaga en que quedó claro que mi vida laboral nunca correría paralela al campesinado, Eloy accedió a trasladarme en su moto. Como sabeis quienes me conocéis, y no seré yo el que lo niegue, soy algo patoso. Ocurrió que uno de mis pies se introdujo ente los radios de la rueda trasera, con las consecuencias que todos podéis imaginar: un dolor intenso que sólo puede testimoniar quien haya pasado por trace similar.

El lamentable estado en que quedó mi pie me impedía el viaje a Madrid. En ese momento no tenía ni idea de que los acontecimientos relatados tendrían un beneficiosa consecuencia para mi persona, pues la citada 4ª Conferencia no tuvo ni la oportunidad de dar comienzo. La Político Social nos esperaba y detenía a todo aquel que llegaba al lugar de la reunión. El aparato de seguridad del PCE, con fundadas sospechas de lo que nos esperaba, pudo desconvocar a la mayoría de los delegados. Pero no a todos. A los detenidos se les aplicó con todo rigor la ley antiterrorista y fueron objeto de torturas y malos tratos.

Madrid sigue en el mismo sitio. Pero los medios de transporte de entonces lo hacían un viaje largo para el lamentable estado en que tenía mi pie. Así que, renqueando, pude asistir a la Asamblea de la JIC, que tuvo lugar en la casa de ejercicios espirituales situada en el Calvario, frente al Zoo. Tras varios días de pajas mentales de tipo político, ideológico e incluso teológico, el Larri, planteó abiertamente el problema: ¿nos impedía la cuestión teológica y nuestras creencias personales, realizar nuestras practicas políticas y sindicales?, dicho más simplemente, ¿necesitábamos de Dios para llevar a cabo dichas actividades? Las respuestas, tanto de los mayores, casi todos militantes del sindicato USO, como de los más jóvenes que ya pertenecíamos a la UJCE, fue un rotundo NO, con algún pequeño matiz.

Con aquello acabó la relación colectiva con la Iglesia Católica, a través de la JIC. En lo personal, cada cual actuó en conciencia.

En aquellos momentos parecía una simple anécdota. Pero más tarde, reflexionando una vez enterado de la caída de los camaradas en Madrid, tomé conciencia del peligro en que nos encontraríamos a partir de entonces, tanto los compañeros de la USO como quienes habíamos optado por la Juventud Comunista, en el trabajo diario que habríamos de realizar. Desde aquel momento nos enfrentaríamos al régimen totalitario aún vigente cara a cara, sin utilizar los subterfugios que hasta aquel momento nos brindaba la Iglesia. Era una señal inequívoca de que algo comenzaba a cambiar y que una época era finiquitada.



PD.- No cito nombres de los que asistimos a lo que a la postre fue nuestra última reunión de la JIC, pues los años pasan, las neuronas dicen que mueren, y no me gustaría que ninguno de los presentes ese día no se viera reflejado por fallo de mi memoria.

Y para poner fin, un agradecimiento a Juan Pino, que muchas veces tuvo que recorrer el camino de su casa a la mía para trasladarme los mensajes que recibía por teléfono, en forma de clave y que el mismo no entendía.

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