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Entre los años 1975 y 1978 coincidimos en Jerez y en Juventudes Comunistas un numeroso grupo de gente. Nos hemos buscado durante meses. Entre ex militantes y simpatizantes de entonces, más algunos grupos de camaradas de ciudades cercanas llegamos a formar una lista de casi noventa personas, de las que cincuenta nos hemos reunido el Sábado 27 de septiembre de 2008... Así empezaba nuestro blog, pero ahora eso ya es historia...

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tiempos de hormonas revueltas, organización y cambios…

En una taberna, entre efluvios de vino peleón, humo de tabaco negro, y olores rancios cubiertos de serrín, un amigo me contó una historia. Desde la nebulosa que genera el tiempo, el pacto con la memoria le hizo recordar que hace años, allá por el verano de 1976, un amigo suyo tuvo una experiencia singular.

Resultó que ese amigo de mi amigo, por motivos que no alcanzó a recordar, necesitaba, o deseaba, un sitio donde desarrollar algunas actividades. Nadie mejor que el obispo de la ciudad para proporcionar algún local de los muchos ociosos con los que contaba la iglesia local. Ni corto ni perezoso, entrañable ingenuidad juvenil, se dirigió a la casa del prelado, una modesta finca, comparada con el palacio actual, situada en la plaza de San Marcos.


Se presentó el amigo de mi amigo en tan sacro lugar y preguntó directamente por el obispo. Era lógico que, cuando uno acude a una casa, se presente a su inquilino, obviedad aplastante para los pocos años del protagonista de esta historia. No obstante, cuentan que se montó un cierto revuelo entre la corte episcopal, que no estaba a acostumbrada a que un joven, casi un niño, se presentara sin que el motivo fuera pedir “caridad” para saciar el hambre, o “trabajo”, o hablar en nombre de cualquier corporación religiosa, y, en todo caso, interesarse sobre si se iba a autorizar o no el uso de los campanilleros en la próxima semana santa. Y estaba allí para la osada misión de pedir prestado, en usufructo, parte del glorioso patrimonio de la iglesia.

Al amigo de mi amigo no lo atendió el propio “pastor de la iglesia” jerezana, sino su más cercano colaborador, el vicario de la diócesis, que resultó ser párroco de la, por excelencia, iglesia gótica de Jerez, “gótico isabelino”, como de todos es sabido.

Las razones que mi amigo arguyó eran de tal naturaleza que conmovieron al mencionado cura: la vital necesidad que tenía un grupo de jóvenes de desarrollar la doctrina católica aprendida durante años, la inaplazable obligación de realizar una labor pastoral en el seno de la iglesia diocesana y el noble objetivo de acercar a la santa vida a los jóvenes jerezanos.

Cuentan algunos testigos que en un determinado momento al amigo de mi amigo se le escapó su afinidad con el “comunismo” pero que el vicario, ya en estado de éxtasis místico, contestó que “efectivamente el ecumenismo es un fin muy loable para la iglesia”.

En fin, el vicario mientras conversaban, se frotaba las manos, ese gesto tan típico del onanismo clerical, y se le encendían los ojos emocionado. Por fin, su larga carrera sacerdotal encontraba sentido y el Señor le enviaba las huestes necesarias para la cruzada evangelizadora. Así fue como al amigo de mi amigo se le cedió en uso un local perfectamente acondicionado en los aledaños de la mencionada iglesia gótica, en el centro del más recio jerezanismo católico…y como se instalaron en él.

Pronto se estableció un sistema de compensaciones, el cura párroco, en su ingenua necesidad de incorporar cambios, permitía determinadas licencias como fumar (no en exceso) u organizar guateques (vigilados por un cura), y los jóvenes amenizaban las misas con espíritu modernizador… había que cambiar la liturgia en previsión de cambios. Mi amigo apostillaba que, seguramente, sería emocionante cantar en plena eucaristía y ante el más recalcitrante Jerez, las letras de Miguel Hernández (algunos de los que amenizaron esas misas formaron después el grupo Guaren). “La juventud siempre empuja, la juventud siempre vence, y la salvación de España de su juventud depende”. Tan distinguido público no lo distinguía del Salmo XXX, como tampoco la marsellesa de la internacional.

Debo decir que los amigos del amigo de mi amigo, que ya eran unos “degenerados”, usaron esos locales para llenar hasta el frigorífico de “Mundos Obreros”, “Manifiestos Programas” y alguna “Nuestra Bandera” , fumaron a escondidas, hicieron sesiones clandestinas de elaboración de propaganda, y llegaron a facilitar en este local reuniones varias,¡ incluso del Comité Local de las Juventudes Comunistas¡. También se cuenta que hablaban del “amor libre” aunque no hay constancia documental de su práctica. El dictador aún estaba calentito y sus hijos montaban guardia en cada esquina.

Precisamente a raíz de una “panfletada", le llegó al cura párroco la advertencia de que en sus locales se reunía la horda roja, y que desde su “casa” se emitía propaganda canalla. Dice mi amigo a favor del cura que, como reacción, se limitó a cambiar la cerradura del local y se abstuvo de denuncia alguna. Tal vez fue buena voluntad o sencillamente miedo a hacer público el mayor de los ridículos entre su círculo más íntimo.

Quizá el momento que vivió el amigo de mi amigo era el propicio, quizá en ese momento todos y todas estaban en expectativa de cambio… La confluencia de hormonas descontroladas, voluntad firme, y, muchas veces miedo de unos jóvenes a los coletazos de la dictadura, junto a la necesidad de una parte de la sociedad de que el cambio no la pillara fuera de juego, hicieron posible esta aventura.

Mi amigo cuenta como su amigo aún está asombrado de haber logrado con tanta facilidad burlar a tan antigua institución. El amigo de mi amigo perdió parte del miedo al miedo el día que logró constatar que era posible “engañar” a los profesionales del engaño….pero es tal su miedo restante que prefiere que nadie conozca su identidad no sea que le cobren un impuesto especial por el uso indebido del patrimonio de la iglesia. Con esto de los concordatos y los aires Tridentinos de la iglesia actual nunca se sabe.

Y aunque siguen empeñados en invadir nuestras camas, nuestros colegios y declaraciones de la renta, y aunque aún siguen con cuentos de costillas y manzanas negándonos cualquier capacidad de evolución, algo tendrían que ver aquellos jóvenes y aquellos tiempos de nuestra historia, para que el jefe del estado ya no necesite la legitimidad del palio y el agua bendita y no tengamos que arrodillarnos al paso del “viático”.
ER GILITO

1 comentario:

Antonio Bernal dijo...

Buenísimo. Cada vez tengo más claro que damos para un best seller. Pero te falta el final de la historia: el capítulo titulado "De como el amigo de mi amigo tuvo que meterse a precursor de Batman". Cuéntalo porfa.