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Entre los años 1975 y 1978 coincidimos en Jerez y en Juventudes Comunistas un numeroso grupo de gente. Nos hemos buscado durante meses. Entre ex militantes y simpatizantes de entonces, más algunos grupos de camaradas de ciudades cercanas llegamos a formar una lista de casi noventa personas, de las que cincuenta nos hemos reunido el Sábado 27 de septiembre de 2008... Así empezaba nuestro blog, pero ahora eso ya es historia...

sábado, 13 de septiembre de 2008

Casas en libertad


Antes de abrirse la Casa del Partido en la calle Juan de Torres funcionaron como espacios de libertad algunas casas de camaradas que o bien ya vivían con independencia, o disfrutaban del privilegio de contar con padres y madres sabedores y hasta protectores de sus andanzas.

La primera fue la de Blanca Alcántara y José Manuel Sanz en la calle Ávila. Fue el referente de la primera organización de las Juventudes, de los primeros comités locales en torno a una casi adolescente casada y primeriza, que simultaneaba su embarazo con reuniones a primeras horas de la tarde en el bochorno del verano del 76.

La que más frecuentamos fue la casa del Férrum en la calle Sol, con el Manuel metido ya hasta sus espesas cejas en el sindicato de banca de Comisiones, con María y Miguel todavía niños, y con otra María que nos acogía siempre con su sonrisa más amplia y que nos piropeaba el gusto de sabernos amigos y cómplices de sus hijos. El cuarto del Férrum fue un nido de muchas cosas. Allí nos iniciamos en el hábito de los dúos de guitarra, la suya y la de Juan Pino, con acompañamiento de bongos, palmas y cantos, hasta un instante antes de agotarle la paciencia al vecindario. A veces hasta un instante después.

También funcionó casi como un piso franco la casa de la Pepa en la barriada Las Viñas. Allí escribimos y pintamos con hoces y martillos, a mano y con rotulador rojo, varios cientos de pegatinas cortadas a mano, que una tarde de noviembre del 76 hicieron temblar las cabinas de teléfono de toda la ciudad con consignas tales como “Abajo el régimen monarco-fascista”. En la cita de seguridad de aquella correría se produjo la mayor caída que conocimos las Juventudes en Jerez. El Chema no pasó de comisaría. Pero tendríamos que pasar unos días de angustia antes de abrazarnos, a la salida de la cárcel de la Asunción, al Ramón Calvillo, al Saldaña, la Trini y el Férrum.

En la casa de Antonio el Barbas, en la calle Lecheras, y en la cama de la trastienda de la pescadería, abierta al patio interior, dormimos por puro gusto más de una noche. Pero esa casa llegó a servir también como un auténtico asilo político. Como ocurrió la noche en que se plantó en la puerta un camarada (¿quién se acuerda del nombre?) por no saber de mejor sitio para ocultarse de una amenaza de redada, después de andarse campo a través veintipico kilómetros desde Trebujena (!!!).

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